Artículo escrito por autora invitada
El miedo en los niños y en los adultos es una reacción natural de nuestro cuerpo ante una situación de peligro. Cuando reaccionamos y evitamos los peligros, garantizamos nuestra superviviencia.
¿Se puede enseñar a un niño a ser un miedoso o un valiente? ¿O eso viene de fábrica?
¿Cómo ayudo a mi hijo a que actúe con valentía y seguridad en sí mismo?
¿Tengo que llevar a mi hijo al psicólogo para que le quite los miedos exagerados que tiene?
No actuamos mal con nuestros hijos por maldad, sino por no saber las consecuencias
Empiezo el artículo con la esperanza en el cambio de mentalidad como un hecho que empieza a materializarse YA entre padres, profesores y niños.
Mi hijo va a estudiar este año el libro del Proyecto el Cerebro, de la Editorial Edelvives, para niños de 4 años. Estudiarán las diferentes emociones, y cómo se ven reflejadas en el cerebro. Y para mi es un signo de que las cosas comienzan a cambiar y las emociones empiezan a vivirse como lo que son, «cosas naturales», que no hay que reprimir, ni esconder. Sino, como algo que podemos hablar, estudiar, y, por tanto, valorar.
Muy contrario a una anécdota que viví este verano en las vacaciones familiares. Os la cuento y después «entramos en materia» 😉
A mi hijo de 4 años le encantan los caballos. Así que estando de vacaciones en el Parque Natural de Cazorla (Jaén), lo apuntamos a una ruta a caballo. Una delicia para él.
Había otra familia con dos críos de 6 y 4 años. Cuando llegó el momento de montarse en los caballos (unos imponentes caballos, cuatro o cinco veces más grandes que cualquier niño de 4 años), el niño pequeño no quiso montarse, le daba miedo.
El niño temblaba y lloraba. El padre se reía. La madre se puso histérica, gritándole, ridiculizándolo delante de todos («eres una cagueta» «no se puede confiar en ti» «todos los niños se montan y tú no, qué raro eres» «pues te vas a montar aunque vayas llorando todo el camino, así aprenderás»). Y dicho y hecho, le dijo al monitor que lo montara, que ya se calmaría, que tenía que aprender a no ser un miedica……….
El monitor cogió al pobre niño que se retorcía (ya era miedo, rabia, impotencia, desconsuelo, soledad, vergüenza…) y lo montó con él en el caballo. Y momento después, con cariño, lo bajó y le dijo: «Tranquilo chiquillo ya te montas el año que viene cuando hayas crecido un poco más».
Seguramente si esos padres hubieran cogido a ese niño, lo hubieran abrazado, calmado. Se hubieran retirado de la mirada curiosa de todos. Le hubieran preguntado qué le daba miedo, le hubieran dejado expresarse y calmarse, casi seguro que el crío hubiera disfrutado de un agradable paseo en caballo.
Pero… consiguieron que su hijo grabara en su amígdala «miedo a los caballos» y que su confianza y seguridad interna se viera hecha añicos.
Circuitos neuronales del miedo o cómo nuestros antepasados nos protegen
Tenemos buenas razones para temer a muchas cosas que nos rodean. Si nuestros antepasados no hubieran tenido miedo a las serpientes venenosas y de los amigos poderosos y hambrientos, hoy no estaríamos aquí. El miedo puede protegernos del peligro.
Pero tenemos que aprender a convivir con el miedo, saber protegernos y generar respuestas exitosas. Y sobre todo, tenemos que mostrarles a nuestros niños que tienen recursos suficientes para enfrentarse a explorar y disfrutar de sus vidas.
La respuesta calmante está mediada por el sistema nervioso parasimpático y una región del cerebro llamada el cerebelo. Entre muchos otros trabajos, el cerebelo tiene una responsabilidad enorme para mantener tu seguridad y bienestar físico. Aunque el cerebelo es sólo el 10% del volumen del cerebro posee más del 50% de las neuronas de su cerebro.
Los científicos saben desde hace años que el cerebelo está directamente vinculado a un circuito de retroalimentación con el nervio vago, que mantiene la frecuencia cardíaca lenta y el aplomo bajo presión. Como adultos, podemos calmarnos mediante la respiración, la meditación, el deporte , que calma al cerebelo y crea una respuesta parasimpática de bienestar. Esto parece ser la misma respuesta que se produce en los bebés y los niños cuando los llevas en brazos.
Curiosamente, el único momento del día en el que se permite al cerebelo bajar la guardia y desconectarse es durante el sueño REM. Ese momento en el que tu cuerpo está paralizado para evitar que exteriorices tus sueños. Tiene sentido que al recoger a un bebé y llevarlo en brazos se envíen señales automáticas que permiten al cerebelo relajarse y crear un tono vagal sano que reduce la frecuencia cardiaca.
7 Acciones e ideas para padres con hijos miedosos
Convéncete: el miedo es una emoción buena, nos protege:
Pregúntate mientras respiras a la barriga: ¿cuál es y ha sido tu experiencia ante el miedo? ¿Qué te da miedo? ¿Cómo reacciona tu cuerpo?
Sigue respirando y sigue preguntándote: ¿qué sientes cuando notas el miedo en tu hijo? ¿cómo es tu comportamiento?
1/Cálmate tú primero
El miedo en los demás puede causarnos risa, vergüenza, enfado,… Todas ellas son respuestas defensivas para no enfrentarnos a cómo resuena en nosotros el miedo.
Y todas las respuestas defensivas fueron conformadas en nuestra infancia y adolescencia ante determinadas actitudes de nuestros padres o cuidadores. Y ¿sabes qué? Ya no tienen sentido la mayoría de ellas.
Respira mucho, déjate espacio a sentir lo que sea que sientas, y luego razona, échale sentido común , habla con algún amigo/a, y sigue respirando hasta que puedas calmarte.
Si en un 70% de las ocasiones no lo consigues, acude a psicoterapia, revísate y pide a tu terapeuta que te calme, vive esa experiencia psico-corporal.
2/Calma después a tu hijo
- Abrázalo. Que pueda sentir a través de tu cuerpo que comprendes su miedo y que puedes protegerlo (sin palabras, tenga la edad que tenga. Es válido también para los adolescentes, que son los que más abrazos necesitan porque son los que menos reciben).
- Escúchalo. Deja que hable de lo que se asusta, no racionalices ni intentes justificar ni cambiar sus pensamientos temerosos. Sólo quiere saber cuando te habla que lo comprendes, que lo escuchas, atiendes, proteges, valoras.
4/Explícales según su edad
Dale las palabras adecuadas para que puedan expresar lo que sienten.
Sé creativo.
Interésate no tanto si ellos te comprendieron a ti, sino si tú los comprendiste a ellos.
5/Las temidas pesadillas
Los sueños (los buenos y los malos) son formas que tiene nuestro inconsciente de terminar de procesar lo que no se asumió en el tiempo en el que estamos despiertos. Por tanto, las pesadillas infantiles son nuevas oportunidades para restaurar lo que no se procesó correctamente.
¿Qué hacer? Pues lo mismo: cálmate, después cálmalo a él/ella, abrázalo, que su cuerpo se relaje con el tuyo… Y ya calmados, y si él o ella, lo necesitan, pregúntale, que te cuente su sueño. Y sólo limítate a escucharlo.
Hay un juego que siempre me gustó: buscar distintos finales a la pesadilla. Con la idea de terminar riendo y haciéndonos cosquillas de las burradas que se nos pueden ocurrir. Es divertido porque desdramatiza (qué importante aprender a desdramatizar en la vida, ¿verdad?)
6/Pequeñas fobias
Miedo a la oscuridad, a los perros, a los monstruos/fantasmas…
Después de repetir los «pasos esenciales»: cálmate, cálmalo, abrázalo, hablad sobre lo que pasó. Intenta comprender qué le pasó para que su miedo se condicionara de esa forma: es «heredada» (tú o alguien cercano de la familia la tiene y la aprendió de vosotros), tuvo una experiencia traumatizante, quiere llamar tu atención con más intensidad (celos por hermano nuevo, cambios familiares)…
Cuando sepas el origen, buscad juntos una solución, cuanto más creativa y a la vez sencilla, mejor. Que la «solución» sea como una aventura a superar. La construcción de esa alternativa a vivir con miedo, es lo que le generará de nuevo seguridad en sí mismo.
7/Miedos adolescentes
A verse solos, a no tener amigos, a los exámenes, a la sexualidad…
No minimices sus problemas. Mostrar a un adolescente que es capaz y valioso comienza por…(sí…adivinas bien, de nuevo lo mismo)…»cálmate, cálmalo, abrázalo, escúchalo, ayúdalo a poner palabras a lo que siente».
Si se retrae, se muestra esquivo…espéralo. No te inmiscuyas en su vida sin su permiso. Hasta que no se sienta seguro de tu confianza en él/ella, no se atreverá a dar el paso de contar contigo.
Los adolescentes ya construyeron sus sistemas defensivos. Y cuando alguien se defiende, sólo se puede esperar, con amor, constancia, respeto. Recuerda que, aunque no lo parezca, él/ella está deseando acercarse a ti, y recibir tu apoyo y consuelo.
Y no, no lleves a tu hijo/a a un psicólogo para que le quite el miedo. Date una nueva oportunidad y sé tú quien aprendas a calmarlo/a.
Ese camino que podéis recorrer juntos de buscar estrategias, recursos, guiños, abrazos… es la mejor aventura de la vida para aprender confianza y seguridad en uno mismo.
Comprender que hay momentos bajos, que después se pueden superar. Que se puede llorar, enfadarse, tener miedo y después continuar.
Porque somos seres sensitivos, emocionales, corporales y racionales.
«Nada en la vida debe ser temido, solamente comprendido. Ahora es el momento de comprender más para temer menos» Marie Curie
Y recorrer junto a un hijo el camino para superar un miedo es una de las experiencias más enriquecedoras que se puede vivir como padre o madre. No pierdas la oportunidad.
¿Recuerdas tus miedos infantiles? ¿Cómo vives como padre/madre los miedos de tus hijos?
Si quieres saber cómo trabajo yo con adultos con miedo, puedes leer aquí: No puedo domir, tengo miedo a todo
Soy Elena González Silva, psicóloga colegiada AN07460 y psicoterapeuta acreditada por el International Institute for Bioenergetic Analysis.
Ayudo a quienes están desesperados y confundidos a encontrar unas herramientas personales válidas que les permitan enfrentarse a la vida que ellos mismos elijan.
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